La DANA que ha inundado Valencia nos da una imagen del mundo que tenemos y hacia dónde vamos. Hemos aceptado que la prioridad es preservar el sistema económico vigente, por encima de las necesidades humanas y del propio entorno. Lo vimos con el COVID y lo vemos ante la DANA: priman los beneficios empresariales sobre la vida. En esta ocasión solo se mandó a casa a quien no genera beneficio inmediato, como ocurrió con los estudiantes, los investigadores o el personal de la Diputación Provincial.
Es la misma codicia que cambió la geografía valenciana en las últimas décadas. La huerta que alimentaba a gran parte del país ha pasado a ser un terreno repleto de construcciones y de comunicaciones que facilitan el turismo y la hostelería cerca de la costa. No se tuvo en cuenta la sostenibilidad ecológica ni que los terrenos fueran inundables para levantar el urbanismo de las nuevas ciudades. Solo en este contexto de deshumanización y de cortoplacismo se explica el nivel de los políticos que llegan a los gobiernos.
La imagen apocalíptica invita a pensar que nos consideran sacrificios humanos para el dios Euro. Cuando la catástrofe aparece ante nosotros, resulta que la unidad de emergencia local había sido desmantelada, el servicio de gestión telefónica de emergencias privatizado y no da abasto y no hay reacción ante los avisos de los científicos, fundamentalmente porque en el gobierno valenciano hay negacionistas del cambio climático y no contemplaban algo así.
Solo la ayuda mutua y el trabajo de los vecinos y los profesionales sanitarios y de cuidados han evitado más víctimas. Hemos visto senegaleses codo con codo con los valencianos para sacar escombros de las casas. Ecuatorianos cocinando para proveer de comida allí donde no hay cocina que encender. Ante la furia de la naturaleza las fronteras desaparecen y volvemos a lo básico. Nosotros decimos que un inmigrante trae consigo la semilla de otro mundo posible. No trae más que lo puesto y la ilusión de algo mejor. Esa semilla que todos llevamos dentro pero que la comodidad y el privilegio mantiene en letargo. Ojalá que en esa tierra hoy mojada germinen todas las semillas de otro mundo más humano.